Nos vinimos a Catalunya hace un mes y nos encontramos con el procés de morros.
Llegamos a Tarragona con las maletas llenas de ganas de vivir, de ser, de decidir, y de hacer, como tiene que ser cuando se empiezan los proyectos nuevos.
Y nos encontramos con gente enfadada. Más enfadada cada día. Unos con unos, otros con otros, y otros entre ellos (muchos no se hablan ya, y algunos tienen miedo a decir lo que piensan, en los coles y en los bares).
Algunos están enfadados con un Gobierno central que ridiculiza sus sentimientos, que ningunea sus expresiones y que torpedea su autogobierno.
Otros están enfadados con un movimiento y un Govern que les ha querido convencer de que está bien lo que no se puede hacer, que los ha utilizado como ariete contra el Estado, que ha engañado a tantos con mensajes de marketing fácil -democracia es votar- y que les ha dicho que el sacrificio merecerá la pena porque el futuro será mejor.
Otros están enfadados con los dos (y a los pobres los llaman equidistantes y les dan por todos los lados), por lo anterior y porque tres días después del 1-O siguen sosteniendo, uno y otro, exactamente lo mismo que les trajo hasta este borde del precipicio.
No hay Derecho. Eso se nos ocurre pensar, que no hay Derecho. Que el que había, los unos, hacen como que no existe. El que crean, los mismos, se lo saltan. Y el que existe, los otros, no lo saben aplicar.
No hay derecho a echar más leña al fuego. Menos, los responsables de la cosa pública. Que se autocensuren. Y si van a repetir propuestas que se han demostrado inútiles, que nos ahorren la pesadilla de escucharlos y dejen paso a otros.
No hay derecho a que manipulen a las personas diciendo que el otro es malo, poniéndole delante las imágenes que lo corroboran y escondiéndole las que lo desmienten.
No hay derecho a mentir. Zoido dijo a los policías que habían hecho "lo que debían hacer: honrar el uniforme". Algunos sí. O muchos. Otros lo deshonraron. Y lo sabe, porque lo vio.
No hay derecho a votar sin pensar, porque los gobernantes que tenemos (salvo Puigdemont, que saltó después, del banquillo) los elegimos nosotros. Y ya sabíamos que tenían la talla que están demostrando.
Vendrán elecciones, a saber de qué, pero habrá elecciones. Como no están ustedes para tomar decisiones, háganse a un lado. Han perdido su derecho a gobernar. Por inútiles.
Ana Mendigutxia y Pedro Mendigutxia